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Borrar la memoria

Es tal mi vanidad que por las tardes,
cuando el sol hace brillar el polvo en los cristales,
sólo escucho mi voz: tormenta silenciosa en la llanura;
murmullo de termitas que se comen a la ciudad por dentro;
suma de los ecos que se han ido.

Sí, despierto con el tronar de mi voz que nadie oye
porque habita en la caverna más oscura del silencio.
Oigo mi voz como el rugido de un tigre,
el rumor del arroyo en la pradera,
una trompeta que anuncia la catástrofe.

Es tal mi vanidad que pienso a mi voz
como un golpe de arena en el desierto,
o un volcán que aparece de pronto.
Pero soy en realidad un mudo
que vaga, desde hace tanto tiempo.

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