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Borrar la memoria

Esta no es una prosa triste, es natural que alguien se despida cuando la fiesta termina. Ya se sienten cercanas las brisas del invierno. Desempolvaré mis abrigos y acercaré los leños al hogar que se consume. Cada vez soportan menos mis huesos las heladas y un día se quedarán, inmóviles, en un cálido lecho de ceniza. Mientras tanto seguiré contando las historias de todos los personajes que me inventan, que nos inventan, durante un largo recorrido de caminos. En todos estos años no he podido más que pergeñar un diario, contar muchas mentiras, callar las cosas de veras importantes, jugar con trabalenguas, dibujar una extensa colección de máscaras, y así seguiré durante las últimas jornadas, dejando pedazos de memoria en las paredes y tratando de cazar mariposas con palabras.

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